martes, 20 de noviembre de 2012

Desahucios: ¿soluciones o parches?


Artículo de Joan Uribe Vilarrodona, Director Sant Joan de Déu, Serveis Socials Barcelona
  
Desilusionante. A la espera de conocer el texto completo que se apruebe en relación a los desahucios, es difícil decir menos que eso.
Hay cuestiones de letra pequeña que, como en los contratos hipotecarios, marcan la diferencia. Conceptos como suspensión, moratoria, carencia y que están apareciendo en los medios de comunicación, deberían ser bien conocidos para la mayoría de la sociedad: suspender, es dejar de ejecutar una acción, pero de manera temporal, algo así como atrasar, manteniendo condiciones y la consiguiente incerteza inmovilizante sobre las personas afectadas.
Moratoria y carencia, tendrían como sinónimo común, la palabra aplazar. Y aplazar, en este caso, no supone sólo dejar para más adelante la posibilidad del desahucio; también implica que durante ese tiempo, y mientras la letra pequeña no diga lo contrario, la deuda y los intereses generados siguen aumentando, con lo que, pasados los dos años, la situación de la persona afectada es de más difícil resolución, y la espada de Damocles, más afilada y lacerante.
Después, está el eterno olvido: ¿Hay que elegir entre salvar del desahucio a familias numerosas, personas mayores y personas discapacitadas, o salvar a personas solas y familias no numerosas? El problema es de calado y gravedad como para intervenir sobre todo el que lo necesite, sin excluir.
Resulta pues difícil aceptar estos menos-que-mínimos, así como la aparente dificultad para consensuar una línea de acción: las tragedias personales, se pagan, algunas, con costo de vidas. Y la mayoría con billete sólo de ida a la exclusión social hereditaria de por vida.
Por otra parte, existen suficientes elementos que deberían hacer esta tarea más fácil: el evidente clamor y acción social de resistencia ante los desahucios es uno de ellos. También, en los últimos tiempos se han movilizado suficientes agentes sociales como para que nuestra clase política pudiese abordar esta cuestión con más presteza y capacidad de dar respuestas reales al problema, no sólo durmiéndolo en el cajón del tiempo. Me refiero al trabajo de incidencia de sindicatos y entidades sociales; a la movilización, acción contra los desalojos, incidencia y aportación de conocimiento sobre alternativas para abordar el problema de diversas Plataformas; a la activación por parte de numerosas administraciones locales de servicios de apoyo; incluso al valiente posicionamiento de sectores policiales que se comprometen con la sociedad de la que forman parte al plantear la objeción de conciencia a su intervención a los desalojos.
Y finalmente, la Judicatura. Más allá de manifestar su desacuerdo con los desahucios, miembros de la Magistratura, especialistas en Derecho Civil y en otras especialidades del Derecho, llevan años elaborando y publicando estudios y informes que abundan tanto en la injusticia del sistema actual, como en aportar vías de gestión de la situación. Parece, pues, que hay suficientes elementos como para que la modificación legal pueda ser, con una intención declarada y motivada, completa y rápida.
Ante esto, no puedo dejar de preguntarme qué le pesa más en la balanza a la clase política: ¿evitar que la población en exclusión social, que ya crece sin parar por otros motivos, no crezca, al menos, por ser víctimas del desahucio?, o ¿realizar una maniobra de menos-que-mínimos, sin consenso, ante la inminencia de la probable inminente entrega de más de 500.000 firmas de la Iniciativa Legislativa Popular para revisar la actual Ley? En definitiva, de lo que hablamos, es de saber si el Poder Político electo intenta, al menos en este tema, tomar las riendas al Poder Económico, o si el Poder Económico sigue gobernando políticamente en lo económico -¿y que no es económico?-, por encima del Poder del Pueblo.


Qué sabemos realmente de los gitanos


El colectivo gitano rumano es uno de los más desconocidos, estigmatizado e ignorado, de los que más estereotipos negativos, titulares de prensa y rechazo acumulan. Desde los primeros asentamientos de población gitana rumana inmigrante en nuestro país, la asociación con la delincuencia han sido constantes.

No hay estudios fiables que digan el porcentaje de gitanos rumanos se dedica a la delincuencia pero si podemos poner ejemplos, casos reales para que esa parte de la sociedad española que muestra una actitud racista hacia ellos se dé cuenta que no el 100% vive de la delincuencia, que muchos de ellos vienen a España buscando una vida mejor, como los españoles lo hicimos en su momento y estamos volviendo a hacerlo.  Cristian es un gitano rumano que llegó hace algo más de tres años a España. Afirma que en Rumanía también existe mucho racismo hacia los gitanos como él. Quiso entrar en la universidad y le pusieron pegas por ser gitano así que decidió salir del país y venir a España. Tras meses malviviendo porque le pagaban una miseria por trabajar escuchó que en el País Vasco había mejores oportunidades. Han pasado ya tres años de eso y ahí sigue, encargado de recepción y comedor de un hotel en un pequeño pueblo de Euskadi, totalmente adaptado pero sin perder la cultura gitana.

Poco después de la llegada a Europa del pueblo gitano comenzaron a manifestarse actitudes de rechazo hacia esas personas que no se sabía muy bien de donde venían y que siguen hoy en día. En el Siglo XIV había gitanos que eran esclavos de la monarquía o la iglesia. El siglo XX trajo más calamidades para los gitanos. Con el Holocausto Nazi se produjeron matanzas e incluso se realizaron experimentos con niños gitanos. Se calcula que al término de la II guerra mundial entre un 70% y un 80% de la población gitana fue exterminada por los nazis. Desde entonces hasta ahora el pueblo gitano ha seguido siendo objeto de conductas racistas. Sarkozy, vulnerando el tratado Schengen de libre circulación de ciudadanos europeos, deportó a cientos de gitanos rumanos y desmanteló sus campamentos.  Ejemplos como estos muestran el sufrimiento de un pueblo a lo largo de la historia, en nuestras manos está cambiar el curso de los acontecimientos.

Una de las quejas de este colectivo es que los medios ayudan a crear y difundir los estigmas hacia ellos. Cuando un gitano comete un delito se asocia inmediatamente el delito con lo gitano. Yo como periodista me pregunto si de verdad es importante dar prioridad a la nacionalidad al contar una noticia y si los medios podrían, con un pequeño esfuerzo y tratando todas las noticias por igual, sin importar quién la protagonice, ayudar a erradicar los estereotipos.

La realidad de cada ser humano es única, ya sea gitano, payo, rumano, español, chino o americano. Cada persona es única y dueña de su comportamiento. El pueblo gitano rumano son muchas personas, cada una con una realidad, por lo que es injusto que se generalice.

miércoles, 31 de octubre de 2012

17 de octubre: un día para tener en cuenta


El 27% de la población mundial está en situación de calle1. Más de un cuarto de los habitantes del mundo está en el umbral de la pobreza.
En grandes ciudades como Madrid nadie se sorprende cuando ve a una persona en la calle pidiendo o a alguien vendiendo chucherías en el metro. Aunque consideremos estas cosas como características de la sociedad, lo cierto es que la pobreza no es algo natural del ser humano. La existencia de pobreza en el mundo es algo artificial.

En 1993 una asamblea de la ONU fijó el 17 de octubre como Día Mundial de la Erradicación de la Pobreza, con la idea central de que ésta no es sólo nociva, sino que puede ser erradicada.

Desde hace 17 años muchas organizaciones en el mundo se concentran este día para recordarnos estos principios y explicar que, aunque la pobreza sea un fenómeno cotidiano, es algo que se debe “des-normalizar” para luchar más activamente contra ella.

No hay la misma pobreza en todas partes: tenemos los llamados países en vías de desarrollo, zonas donde es más profunda y afecta a más personas; en la que grandes sectores de la sociedad viven en la absoluta miseria y pasando hambre.

Y lo que denominamos “Cuarto Mundo”, sectores de la sociedad que dentro de países “desarrollados”, viven una pobreza distinta, rodeada de un colectivo con mayor capacidad adquisitiva y siendo un sector minoritario que a menudo no puede ejercer derechos fundamentales.
Sin embargo, aunque los tipos de pobreza sean distintos, la causa es siempre la misma: una mala gestión del mercado mundial y malos gobiernos, que no generan las mismas oportunidades para todas las personas y que alimenta un crecimiento desigual dentro de la sociedad. La pobreza es consecuencia de los fallos en el sistema, no de la incapacidad de unos “pocos” por conseguir trabajo o llevar una vida normal.

En época de crisis la pobreza aumenta. Desde 2008 ha aumentado el número de personas pobres en un millón por año. A día de hoy, cerca de 12 millones y medio de personas se encuentran en situación de sinhogarismo. Para muchas organizaciones este dato es más que suficiente para reactivarse y motivar a la sociedad a que se indigne y proteste contra esta situación.

Acabar con la pobreza supone una reflexión por parte de cada uno de nosotros y nosotras: es necesario acabar con los prejuicios y exigir las responsabilidades a quienes deben tomarlas. La pobreza es el reflejo de un sistema que no funciona y que no genera igualdad. De un modo de relaciones entre países que no se basa en la cooperación y la integración, como debería ser.

Defendiendo la igualdad entre países y entre personas y el derecho a las mismas oportunidades para todos y todas, se puede conseguir acabar con la pobreza.



1. Según datos de Eurostat

jueves, 11 de octubre de 2012

Removiendo conciencias

¿Te has parado a pensar quién duerme en el cajero que hay debajo de tu casa o quién se refugia tras esos cartones en el portal de al lado? Para muchos simplemente son “sin techo”, “mendigos”, “indigentes”; personas que no tienen empleo, excluidos socialmente y con alguna adicción al alcohol o a las drogas.
Si analizamos como llega una persona a vivir en la calle veremos que no sucede de la noche a la mañana. Cada persona sin hogar sufre de media unos 7 u 8 sucesos traumáticos encadenados mientras que el resto de las personas sufren 3 o 4 a lo largo de toda su vida. Entendemos por suceso traumático la pérdida de la vivienda, el fallecimiento de un hijo o de la pareja, una separación, la pérdida de empleo etc. Una vez llegan a la calle, las personas sin hogar se encuentran con que la vida entre cartones no es nada fácil. Casi la mitad de las personas en esta situación ha sufrido algún robo y un 3,5%, la mayoría mujeres, han sido agredidos sexualmente.
Recuerdo una noche haciendo voluntariado en la que conocí a Juan y me contó como había sido su vida. Imaginad que en poco tiempo pierdes tu trabajo, tu pareja fallece, te desahucian y los servicios sociales se llevan a tu hijo, en cuestión de meses te ves solo, sin casa y sin dinero. Si a cualquiera de nosotros nos echan del trabajo o se muere nuestra pareja tenemos familia y amigos que nos respaldan y nos sirven de apoyo, si no los tuviéramos sería mucho más difícil sobreponerse a esas situaciones.
“Es más fácil vivir pidiendo que trabajando, son unos alcohólicos, no quieren trabajar…”  son algunas de las perlas que había escuchado sobre las personas sin hogar antes de hacer voluntariado. Tan solo hace falta una noche como voluntaria para darte cuenta y ver con tus propios ojos lo falsas que son esas afirmaciones. He conocido a gente que ha trabajado durante años, personas que hablan cinco idiomas u otros con trabajos tan precarios que no pueden alquilar una habitación. Tienen la mochila cargada con sus pertenencias y sus experiencias, podríamos pasar horas a su lado y pensaríamos que son minutos. Las personas sin hogar tienen mucho que dar a quien quiera escucharles.
Solo el 10% de las personas sin hogar practica la mendicidad y el 13% tiene estudios universitarios según los datos recogidos en el informe del INE del 2005. Estos datos y las experiencias de quienes pasamos tiempo con ellos echan por tierra todas las teorías y estereotipos que parte de la sociedad tiene sobre las personas sin hogar.
 
Si ya es difícil estar en situación de calle imaginad sentir, además, el rechazo de la sociedad. No podemos evitar que haya gente durmiendo en una acera pero sí está en nuestra mano sensibilizar a la gente, normalizar la situación, hacer voluntariado y pasar una noche a la semana conversando con ellos y hacer así sus días un poco más fáciles. Desde este blog queremos cambiar la concepción que se tiene de las personas sin hogar y qué mejor manera que hacer voluntariado con ellas.

sábado, 6 de octubre de 2012

La integración se paga


Si pasamos delante de una tienda de ropa queremos comprarnos ese pantalón que no tenemos o esa camisa que nos encanta. Podemos no tener sed, pero nos tomamos un café si hacemos un descanso en el trabajo.
La rutina de quienes vivimos en los países desarrollados está llena de hábitos que nos llevan a gastar dinero en cosas que no siempre necesitamos. Nos cuesta privarnos de “pequeños placeres” que consideramos partes necesarias en nuestras vidas y nos es difícil entender que pueda haber gente que no se dé esos caprichos.
Ahora todos tenemos ordenador, móvil, cesta de la compra… Todo lo que conseguimos es exclusivamente nuestro.

Cuando eran pequeños, mis padres se reunían con los demás vecinos de su edad e iban a ver la tele a la única casa que tenía una. Mis ocho tíos se repartían el par de bicis que había para todos y dormían cuatro en cada habitación.
Lo que antes se entendía como lo “normal” ahora se ve como un retroceso, como la incapacidad de tener cada persona su espacio y su propiedad. Estamos contentos y contentas porque hemos evolucionado y tenemos más capacidad adquisitiva para poder tener en exclusiva lo que queramos.

Sin embargo hay que destacar algo que parece obvio pero que se nos olvida a veces: para poder vivir de la forma en que ahora se considera “bien” es necesario tener una economía estable y que nos permita darnos todos nuestros caprichos. Es decir: necesitamos dinero para estar integrados en esta sociedad del Bienestar.

Las personas que no tienen medios económicos no están integradas. Si no tengo dinero para tomarme un café, para llevar ropa bonita o para salir de fiesta, no soy parte visible de la sociedad. A esto se suma el hecho de que hay cada vez menos espacios vecinales, como los que había antes, donde una persona pueda relacionarse con los demás aún teniendo poco. Mientras antes era frecuente quedar en parques, casas o zonas comunes, ahora los lugares de encuentro son generalmente virtuales (móviles, redes sociales…) que dejan a la gente que no tiene acceso a ellos fuera.

Cada vez somos más individualistas, lo que supone que no vemos qué sucede a nuestro alrededor y no somos capaces de empatizar con quien tiene menos, o nada. Esto nos lleva a no preocuparnos por la situación del resto y a no ayudar a quien pueda necesitarlo, además de no protestar por que haya gente que no recibe las ayudas que, por ley y por derecho, debería recibir.

Todos y todas queremos vivir bien y no sobrevivir, pero no puede ser a costa de otras personas, sino partiendo de que todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas tienen que tener una base que cubra sus derechos, como son vivienda, educación, sanidad… Las diferencias tan abismales que existen entre sectores de la sociedad no hacen sino empobrecer aún más al pobre y alejarlo de la sociedad, impidiendo que pueda reinsertarse en ella. Ser más conscientes de lo que existe a nuestro alrededor (saludar a los vecinos y vecinas, ayudar a compañeros y compañeras de trabajo cuando podamos, comprar en los pequeños comercios en lugar de las grandes superficies…) ayuda a crear un espacio común más sano en el que cualquier persona tenga más facilidad para entrar. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Violencia estructural: Invisible pero no menos peligrosa


Estamos acostumbrados a identificar conductas violentas en el mundo que nos rodea, pero difícilmente somos conscientes de hasta que punto estamos inmersos en la sociedad de la violencia.

Identificamos aquella que se ejerce de manera directa, que es la que nos muestran continuamente los medios. Pero existe otro tipo de violencia, una invisible, contra la que estamos  desprevenidos. Es la que sufren las personas sin hogar, las familias desahuciadas, millones de parados y trabajadores precarios, inmigrantes..., etc. Fundamentada en normas y prejuicios que hacen que los colectivos vulnerables lo sean aún más.

Esta violencia estructural es indirecta, pero no menos peligrosa. Priva de la satisfacción de necesidades humanas básicas, de la identidad, del bienestar, de la libertad etc.

Casi un año como voluntaria con personas sin hogar me ha hecho ver lo peligrosa que puede llegar a ser este tipo de violencia. La última noche que salí de ruta antes del parón veraniego me chocó la historia de Jessy, quien, tras haber conseguido un trabajo, fue despedida porque su jefa se enteró de que había estado viviendo en la calle. Esa misma noche, se acercó una mujer, vecina de la zona, para decirme literalmente que “no les alimentáramos”, cosa que, por cierto, no estábamos haciendo. A veces de manera intencionada y otras sin darnos cuenta, realizamos este tipo de acciones sobre colectivos que están en riesgo de exclusión social o grupos vulnerables, con comentarios como el de la señora o simplemente obviando sus necesidades. 

Ocurre cada día, delante de nuestros ojos y parece que no nos enteramos. Mientras siga existiendo la violencia estructural será muy difícil que colectivos como el de las personas sin hogar, inmigrantes, y otros grupos sociales estén plenamente integrados en la sociedad.

Instituciones, medios de comunicación, la lengua, la religión, la ciencia etc. legitiman en muchos casos este tipo de acciones. Hacen que percibamos como “normales” situaciones que entrañan violencia. Y no solemos ser conscientes de la coacción que sufren muchas personas. Por eso nos toca a nosotros tomar conciencia y empezar a concienciar. Hacer voluntariado con gente sin hogar es una buena forma.

La violencia estructural es siempre de arriba a abajo, de la élite a la sociedad, de la propia sociedad al individuo, del poder al sometido... y lo que tenemos que tener claro es que no va a desaparecer por sí misma. Todas y cada una de las personas que conformamos esta sociedad debemos no ser partícipes de este tipo de agresiones e intentar buscar una comunidad que se mantenga por relaciones horizontales y que se trate a cada individuo por igual, que se respeten los derechos de toda persona, sea cual sea su situación, su nacionalidad, su orientación sexual etc.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Y ahora, qué.


En España, en la atención a las personas sin hogar, hay muchos aspectos en los que se cojea: inserción laboral, atención especializada según necesidades personales, importancia de los aspectos  emocionales y afectivos… ¿Qué papel ha jugado y juegan en todo esto las distintas administraciones pública y, en general, cualquier institución?

Podemos definir con facilidad “persona sin hogar”: alguien sin un techo, con dificultades económicas, marginado de la sociedad… Y tópicos como el alcohol o las drogas. En la misma línea, preguntando a cualquier persona por cuáles son los recursos que estas personas tienen a su disposición, pensamos en ONGs o centros religiosos. También pensamos en las administraciones públicas, pero menos. Y tiene sentido, ya que, según varias publicaciones[1], sólo un 16% de la gente sin techo tiene ingresos gracias a la administración pública. Este porcentaje se reduce aún más cuando sabemos que muchos centros públicos están financiados por entidades sociales o privadas.

Pero vayamos más allá: la problemática de esta gente no se reduce sólo a qué ayudas puedan percibir: hay que ir a la raíz. Los servicios sociales están orientados, por definición, a atender a personas en riesgo de exclusión social. Sin embargo, son estas mismas personas quienes más dificultad tienen para acceder a estos servicios

Otro de los grandes problemas reside en que la mayor parte de las ayudas y programas que se facilitan a estas personas son de carácter temporal. Sin embargo, apenas hay proyectos que faciliten el acceso a una vivienda de forma permanente, algo imprescindible en cualquier proceso de integración social. Con suerte, una persona puede acceder a una plaza estable en un albergue. Con los albergues el problema no está resuelto. Además, aunque existen organizaciones que buscan que la gente sin hogar consiga un trabajo, hay muy pocas que se preocupen por cuáles son los potenciales de cada persona y cómo se las puede formar mejor.

Los problemas para desarrollar procesos de inserción se deben, entre otras cosas, a la saturación que tiene la red y a la primera atención de las demandas urgentes Los centros se ven saturados, y muchos usuarios se quedan en la calle por no haber plazas

Ahora, a mayores, contamos con los problemas asociados a la crisis. Si ya en época de bonanza no se promovió una política de empleo para la gente en situación de calle, ahora hay cada vez más gente con menos recursos que terminan acudiendo a la red de atención a personas sin hogar, que se ve colapsada y no recibe ninguna financiación extra del estado. De hecho, con los recortes, la red recibe aún menos que antes

Según un informe del 2010, en este año apenas un 67% de las personas sin hogar disponía de una tarjeta sanitaria que le permitiera ir al médico[2]. Ahora con los recortes, nadie que no tenga una situación administrativa regular podrá acceder a las atenciones básicas médicas.
Los centros de ayuda, albergues, ONGs o cualquier institución que pueda depender económicamente del estado están viendo su presupuesto recortado, algunas, obligadas a cerrar. Esto supone una pérdida indescriptible para las personas que acudían a cualquiera de los centros.
Más allá de la responsabilidad de las administraciones, la falta de sensibilidad social, supone que las personas sin hogar tengan menos apoyo para ejercer sus derechos básicos. Seguimos estigmatizándolas, asignándoles una serie de etiquetas y despreocupándonos de su situación, lo que supone añadir trabas a un proceso de inserción ya difícil de por sí. El voluntariado social, enfocado hacia la sensibilización y el encuentro, es una buena herramienta para empezar a cambiar las cosas.

Si en época de bonanza la sensibilización sobre la gente en situación de calle era ya escasa, con la crisis lo es aún más. Quienes estén en situación de calle están ahora más solos que nunca. Las personas que más ayuda necesitan son de quienes primero nos olvidamos cuando hay que bajar los gastos.

Creemos que, aún en situación de crisis, deberían financiarse servicios que dieran acceso a cualquier persona a sus derechos básicos: vivienda digna y atención especializada según situación y necesidades en todas las ciudades.



[2] La acción social con las personas sin hogar en la España del siglo XXI. Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Universidad Pontificia de Comillas de Madrid. [Visto en línea] Pág. 27
http://www.noticiaspsh.org/IMG/pdf/file_view.pdf


lunes, 25 de junio de 2012

Que no te hipotequen la vida


Entre el 2007, año en que estalla la crisis, y el 2011 se han producido 330.000 ejecuciones hipotecarias y más de 160.000 desahucios. La crisis económica y el fuerte aumento del desempleo han hecho que miles de familias se queden sin un hogar por la imposibilidad de pagar su hipoteca. En estos últimos años, familias que no han podido afrontar el pago de su hipoteca, no solo se enfrentan a la pérdida de su casa sino que además deben pagar la deuda.

Es intolerable que las inmobiliarias puedan saldar su deuda entregando sus activos, es decir, pisos vacíos, y que una familia, además de perder su casa, deba seguir pagando una deuda que llega en muchos casos hasta los 300.000 euros. En este contexto surge la Iniciativa Legislativa Popular, sobre la proposición de ley de regulación de la dación en pago con efectos retroactivos, es decir, que con la entrega de la vivienda a la entidad donde se tiene la hipoteca signifique saldar la deuda.

Hay que cambiar el modelo actual de ejecución hipotecaria. En caso de impago, la casa es sacada a subasta. Si ésta queda desierta, el acreedor, es decir, el banco o entidad financiera, se adjudica la vivienda por el 60% del valor de tasación y sigue reclamando a la familia el resto de la deuda (más intereses y costes). Miles de familias se encuentran sin un hogar y asfixiados por las deudas, lo que en muchos casos supone el embargo de nóminas y/u otras propiedades.

Para que la proposición de ley de la ILP llegue al congreso se deben recoger como mínimo 500.000 firmas antes del 31 de Octubre de 2012. Esta es una de las cifras más altas de los países europeos.
Una vez recogidas estas firmas, se dispondrá de 6 meses para incluir la ILP en la agenda del congreso de los diputados.

Desde "La isla de las tortugas" queremos apoyar a www.quenotehipotequenlavida.org, la página web oficial de la ILP.

La ILP tiene tres objetivos:

1. Dación en pago con efectos retroactivos.
2. Paralización de los desahucios (siempre que se trate de la vivienda habitual y el impago del préstamo hipotecario sea debido a motivos ajenos a la propia voluntad)
3. Alquiler Social (el afectado tendrá derecho a seguir residiendo en la vivienda pagando un alquiler no superior al 30% de sus ingresos mensuales por un período de 5 años)

¿Estás de acuerdo con esta iniciativa? Firma aquí mediante DNI electrónico: http://mifirma.com/proposals/23 o en cualquiera de las sedes que aparecen en la siguiente lista: http://www.quenotehipotequenlavida.org/?page_id=4

Si quieres más información síguelos en Twitter (@ILPhipotecaria) o en Facebook (http://www.facebook.com/ILPhipotecaria)

jueves, 24 de mayo de 2012

La vergüenza de lo injusto.


Llevo apenas un año tratando con personas sin hogar. Primero, les dejaba un café y algunas galletas, entablaba una conversación correcta y me iba; después la conversación se ha ido prolongando y, a día de hoy, hay veces que se me olvida ofrecerles café y a ellos pedírmelo. Dejamos el termo a un lado, me siento y hablamos.

Como es normal, no es igual la charla ni el tiempo que estoy con cada uno de ellos, pero sí hay algo que los une a todos: una situación tan difícil.

No sé cómo reaccionaría si estuviera en su lugar. Creo que no tardaría ni dos noches en empezar a beber, a odiar el mundo y a mirar con bastante recelo a la gente que aparece (como yo) con un par de termos en la mano. Sin embargo, la mayoría de estas personas me reciben con una sonrisa y ganas de hablar. Te cuentan qué jodida es la vida vista desde donde la ven ellos y de cómo hay que sobreponerse todos los días.

Siempre empiezo a pensar en un tema de raíz: sin hogar. No consigo hacerme a la idea de lo que tiene que ser verse sin un sitio donde vivir. Un espacio que te defina, con una puerta que puedas abrir, Un refugio donde meterse después de días malos. Si me apetece estar sola, o tranquila, o a lo mío... me voy a mi casa.
¿Qué pensamos en los días regulares, cuando ya va siendo hora de "recogerse"? Qué ganas de llegar a casa. Todos y todas las que me leáis seguro que lo habéis dicho una vez, por lo menos, en el último mes.

Y después de esos días tan regulares, yo entro en mi piso y le cuento a mi compañera de piso mis idas y venidas, y luego al revés. Y es un ritual que se repite día tras día y que no me cansa. La gente que está en situación de calle se come sus palabras y experiencias, porque a ver a quién se lo cuenta, a ver a quién le importa. Muchas veces ni siquiera pueden elegir con quién duermen.

No puedo ni pensar en cómo sería estar con gente con la que, en otra situación, igual no hubiera decidido compartir nada.
Y luego digo, y estas personas, ¿no han tenido familia nunca? Las habrá que sí y las habrá que no, pero, por lo que yo he vivido, la mayoría está en el primer grupo. Y entonces, ¿qué? Es una pregunta que todavía no consigo responderme, pero voy viendo y escuchando lo que me cuentan, que la familia no se pierde de la noche a la mañana, que resulta un desenganche (llamémoslo así) progresivo.
Me cuesta no sorprenderme cuando una persona me dice que tiene dos hijos y que uno vive dos calles más allá del banco donde suele dormir. Todavía no lo entiendo, pero creo que el proceso por el que se pasa hasta llegar a situación de calle es tan difícil y tan agresivo que la explicación, a veces, no existe.

Y sigo pensando: pierdo la casa, pierdo las compañías que yo he elegido, pierdo a mi familia... Entonces, ¿por qué me daría vergüenza estar en la calle?